Coaching – Metáfora (20) Verdadera naturaleza

La sabiduría popular nos habla de una historia que, al parecer, ocurrió realmente en Ghana (África), en una aldea que había pasado una época muy complicada en la que sus habitantes se sentían abatidos, enfadados y desesperanzados.

La historia fue pasando de boca en boca y llegó a activar potentes resortes en el corazón de de los aldeanos, quienes fueron remontando el desánimo hasta recuperar su entusiasmo y autoconfianza. Hoy, a través de este post, llega esa historia hasta todos nosotros.

Un pastor vivía tranquilamente en una cabaña cerca de un bosque junto a una montaña. Tenía un corral con gallinas y un rebaño de ovejas que le permitía vivir con humildad.

Aquel año hubo una gran sequía, con lo cual la mayor parte de la hierba desapareció. Por esa razón, el pastor decidió llevar sus cabras a lo alto de la montaña donde, al haber más humedad, encontraría algo de hierba tierna para sus animales. Así lo hizo y, después de un largo caminar llegó a la cima de la montaña. Allí sus animales pastaron durante unas horas, hasta que fue cayendo la tarde y el pastor decidió volver de nuevo a la cabaña donde vivía. Bajaba entre las piedras con su rebaño cuando vio frente a él algo grande, que reconoció como un nido de águilas. Al acercarse observó que en el interior había dos polluelos, uno de los cuales se había matado al desprenderse el nido de la roca en la que se encontraba. El otro polluelo, aunque se movía, parecía gravemente herido.
Al pastor no le gustaban nada las águilas porque las tenía por enemigas. En alguna ocasión habían atacado a sus ovejas recién nacidas e, incluso, se habían llevado a alguna de sus gallinas. No obstante, llevado por la lástima, el pastor se agachó, cogió con delicadeza al polluelo herido y lo llevó a su cabaña. Allí lo curó como pudo y empezó a alimentarlo. El animal se recuperó por completo y comenzó a crecer hasta que se convirtió en un magnifico ejemplar de águila.

A partir del momento en que el águila se hizo adulta, las cosas comenzaron a cambiar. El pastor, que inicialmente se sentía orgulloso de lo que había hecho, empezó a sentirse cada vez más inquieto con la presencia de aquel animal. De alguna manera, no lograba evitar que ciertas imágenes, cargadas de emoción, le vinieran a la cabeza y le recordarán lo que animales como aquél habían hecho con sus ovejas y sus gallinas.

Un día el pastor llegó a una decisión, la de abandonar al animal en el bosque, pensando que sin duda la naturaleza se ocuparía de nuevo en ayudarlo a sobrevivir. Tres veces llevó el pastor el águila al bosque y tres veces el águila le siguió de vuelta, dando pequeños saltitos por el suelo.

No sabiendo ya qué hacer para deshacerse del animal el pastor pensó y pensó, hasta que se le ocurrió la más absurda y desesperada de las ideas: metería el águila en el corral con sus gallinas.

Cuando las gallinas vieron entrar en el corral a ese animal al que tanto temían, se adentraron despavoridas en la pequeña caseta en la que se refugiaban. Pronto se dieron cuenta del extraño comportamiento de aquel animal, que permanecía quieto y solo, y se fueron acostumbrando de forma progresiva a su presencia en aquel lugar.

Los años fueron pasando y aquella águila se acostumbró a vivir como una gallina. Comía lo mismo que comen las gallinas, se movía como las gallinas e incluso aprendió a emitir los mismos sonidos que emiten las gallinas.

Estaba la situación así, cuando pasó por aquella región un naturalista que estaba haciendo un estudio sobre las águilas de aquella región y, al pasar junto a la cabaña del pastor, contempló, incrédulo, el espectáculo que se ofrecía: ni más ni menos que un águila conviviendo con gallinas. Apresurado, golpeó con fuerza la puerta de la cabaña del pastor, el cual, al oír los ruidos abrió sobresaltado.

- ¿Quién es usted, qué es lo que quiere?
– Le ruego me perdone, soy un naturalista que me dedico al estudio de las águilas y he visto que algo inaudito, un águila viviendo entre gallinas.

El pastor comprendió perfectamente la causa de la sorpresa de aquel investigador y, después de invitarle a entrar en su cabaña, le explicó la historia de cómo encontró el águila, la cuidó y la crió entre gallinas.

El naturista escuchaba absorto la historia, hasta que algo le sacudió bruscamente, algo aparentemente inocente, ya que fue sólo un sencillo comentario que hizo el pastor.

- Verá, amigo mío, el animal ha vivido tanto tiempo entre gallinas que no me queda la menor duda de que, aunque su forma siga siendo la de águila, en su interior no es nada más que una gallina.
– De verdad que lo siento, pero no puedo estar más en desacuerdo con lo que acaba de decir - contestó el naturalista.

El pastor se sintió un poco agraviado, porque quizás considerara que nadie conocía tan bien a aquel animal como él.

- Si está tan convencido, ¿por qué no me lo demuestra haciendo que vuele?

El naturalista se fue al corral, cogió el águila e hizo lo primero que se le ocurrió, que fue lanzarla por los aires gritando «¡Vuela!». El animal cayó pesadamente y se escondió en el interior del corral. El pastor hizo una mueca irónica, aunque ello no hizo que el naturista se diera por vencido. Entonces empezó a mirar a su alrededor como si buscara algo, hasta que se fijó en que a unos metros de allí había una escalera. Se acercó, la cogió y la apoyó en una de las paredes de la cabaña del pastor. Entró de nuevo en el corral, agarró el águila y subió con ella por la escalera hasta llegar al tejado. Desde allí, lanzó el águila por los aires diciendo «¡Vuela!». El pobre animal se precipitó como una bola de plumas contra el suelo y se quedó unos instantes aturdido. En cuando recuperó su compostura, rápidamente se escondió en el interior del corral.

El pastor dijo entonces con bastante apuro:
- Si sigues así vas a terminar matando a mi pobre gallinita.

Por alguna razón, y a pesar de todas las evidencias en contra y todas las críticas de aquel pastor, el naturalista tenía una absoluta certeza en que el espíritu de un águila jamás muere y, por eso, a pesar de todo no se dio por vencido. De repente, algo en el horizonte captó su atención.

- ¿Qué es aquello que se ve al fondo?
- Es el pico de la montaña donde encontré el águila cuando se desprendió su nido.
– La voy a llevar allí, donde ella nació, tal vez pueda así recordar sus orígenes y se dé cuenta de que puede volar.
– Tú estás loco, eres un insensato incapaz de darte por vencido. ¿Acaso no has tenido suficientes evidencias de lo absurdo de tu teoría, de esa estupidez de que el espíritu de un águila nunca muere?

El naturalista no se defendió, siempre actuó. Entró de nuevo en el corral, cogió el águila y comenzó a caminar con la vista puesta en el pico de aquella montaña. El pastor, sin entender muy bien por qué y viendo que caía la noche, cogió la linterna y les siguió. Durante toda la noche estuvieron subiendo por la montaña sin que el naturalista supiera qué hacer para despertar el espíritu dormido del águila.

Cuando llegaron al pico de la montaña, donde el águila había nacido, empezó a amanecer y entonces el naturalista observó algo curioso: el águila apartaba la mirada del sol. Sin saber con certeza la razón, agarró la cabeza del animal para mantenerlo mirando al sol. En ese momento el águila hizo unos extraños movimientos, abrió sus espléndidas alas y se puso a volar de modo majestuoso y libre. Aquel día el águila recordó quién era en realidad y recuperó su verdadera identidad, que en realidad se alejaba mucho de la gallina que había creído que era.

Es habitual que sólo cuando llegamos a un punto límite de insatisfacción inspiradora tenemos el coraje suficiente de decirnos: «hasta aquí», «se acabó» , «no voy a seguir así» y optamos por cambiar con genuina determinación. Es entonces cuando damos un paso adelante, forjando un compromiso respetuoso con nosotros mismos y con los demás que nos anima a superar los límites de nuestra incómoda zona de comodidad para explorar nuevo terreno en una zona de aprendizaje donde descubrirnos y evolucionar.

Fuente primaria: Tradición africana (Ghana).
Nota:
Me gustaría dedicar este post a María C. A.  participante en la VI Edición del Taller de Inteligencia Emocional (IE1) en Valladolid (Septiembre 2014)