Coaching – Metáfora (13) Apego y estancamiento

Hay una frase, atribuida a Lord Thomas Dewar, que afirma: «Las mentes son como los paracaídas, funcionan mejor cuando están abiertas». Coincido con el pensamiento del filántropo; es muy difícil abordar nada nuevo o diferente si no dejamos a un lado las concepciones y suposiciones previas, forjadas sobre la base de nuestras experiencias y resultados anteriores.

Sin embargo, para poder aprender es preciso que estemos dispuestos a abandonar las generalizaciones sobre las que se asientan lo que hayamos integrado hasta el momento.

Para alcanzar mayor autoconocimiento, y la integridad personal a la que se aspira, es preciso liberarse del aferramiento a patrones de conducta obsoletos. Tomar conciencia del grado de coherencia de estos patrones, a través de una priorización de valores, tiene como resultado la apertura a nuevas posibilidades. La siguiente metáfora es un buen ejemplo de esto que deseo compartir en el post.

Un peregrino sentía verdaderas ansias por encontrar a un maestro que pudiera ayudarle auténticamente a descubrir la única verdad. Cierto día, oyó mencionar que había un maestro de tales características, de modo que partió para reunirse con él.

Encontró su sencillo refugio oculto en lo profundo de un espeso bosque. La puerta estaba abierta, pero no se veía a nadie. Miró dentro y vio una pequeña mesa redonda, una tetera y dos delicadas trazas de té. Estuvo esperando durante un rato, pero tenía sed por lo que se sirvió él mismo una taza de té.

En aquel preciso momento, apareció el maestro. Miró al hombre, miró la taza que sostenía en su mano, sacudió la cabeza y se fue sin decir ni una palabra. El hombre estuvo esperando, pero el maestro no regresó.

Al día siguiente volvió y descubrió que todo estaba exactamente igual: la mesa, la tetera y las tazas de té. El hombre esperó. Sintió sed, de modo que volvió a servirse una taza de té. Apareció el maestro y la escena se repitió. Miró al hombre, dirigió después su mirada a la taza y se marcho sin pronunciar palabra.

La misma pauta se repitió uno y otro día hasta que finalmente el hombre le suplicó: «Por favor, he hecho muchísimos kilómetros para venir a buscar la gran verdad. Enséñame, para que así pueda aprender de tu sabiduría».

El maestro se detuvo, se dirigió a la mesa, cogió la tetera y se puso a verter el té en la taza que se había servido el hombre y que estaba llena. El hombre se echó para atrás rápidamente cuando el té comenzó a derramarse por el borde de la taza, por encima del plato, por encima de la mesa y por el suelo.

El maestro dijo entonces: «Tu mente viene a ser como esta taza de té. Ya está llena. Si quieres aprender algo nuevo, primero tendrás que vaciar tu mente»

Fuente general: Tradición zen.

Nota: Me gustaría dedicar este post a Marta Diez de Baldeón,  participante en la III Edición del taller de Inteligencia Emocional (IE1) en Valladolid (Abril 2013).