RR.HH. – Mi nombre es Pablo y soy trabajólico

Esta frase, o cualquiera similar, podría ser pronunciada por alguno de nosotros en un plazo relativamente corto. El perfil de “workaholic” (adicto al trabajo) empieza a tener una presencia social considerable y la sentencia que titula este post, referencia popular en la acogida inicial de una reunión de Alcohólicos Anónimos, será escuchada muy pronto en empresas, grupos de autoayuda o consultas psicológicas.

Y es que, según un estudio compartido por la Universidad Politécnica de Valencia, la Universidad Jaime I de Castellón y la UPV-EHU, el porcentaje de adictos al trabajo en España podría triplicarse en un plazo de 3 años. Las cifras actuales están en torno al 4,6% y se estima que los “trabajólicos” en España puedan llegar a un 12% en diciembre de 2015.

El equipo de investigación, especializado en la prevención psicosocial en el ámbito laboral elaboró un cuestionario para medir y clasificar la población según su nivel de adicción. Fue respondido por 1.200 trabajadores de Valencia y País Vasco, con edades entre 16 y 69 años.

A continuación, expongo una breve síntesis con los principales e interesantes hallazgos del estudio.

1. IMPACTO EN LA SALUD – Graves efectos

El individuo es un equilibrio de diferentes actividades. Cuando se reduce esta variedad diaria, se genera un considerable impacto negativo, haciendo que la persona pase a conformar un abanico vital cada vez más pobre e insuficiente.

No es fácil detectar este problema que, a veces, se manifiesta a través de un estrés prologado, sobre todo en ciertas profesiones en las que la persona está muy dedicada al trabajo (emprendedores, ejecutivos, etc.).

Para algunas personas esta adicción puede ser una manera de huida del hogar, generando aislamiento: “me dedico a mis cosas y evito ocuparme de la familia, la casa y otras responsabilidades”.

También la falta de recursos económicos para cubrir actividades de tiempo libre puede llevar a alguna gente a utilizar el trabajo como válvula de escape: “como no tengo dinero para salir me voy a la oficina”

Algunos de los síntomas más claramente identificados son: ansiedad, irritabilidad, depresión, preocupación constante por el trabajo, insomnio, hipertensión, alejamiento social, incomunicación personal o negación del problema por parte del adicto.

2. VISIÓN SOCIAL – Una dificultad añadida

Es antinatural trabajar entre 10 y 14 horas diarias, pero la mayoría de la gente lo ve como positivo, como una actitud que demuestra la capacidad, la implicación y compromiso con el trabajo, equiparándolo al concepto de “buen profesional”.

Generalmente, el entorno de la persona adicta al trabajo no ve mal su comportamiento. La práctica de los juegos de azar, la adicción a drogas o el consumo desmedido de alcohol son conductas que se consideran reprobables, ante uno mismo y a nivel social. No obstante, trabajar muchas horas, incluso en fines de semana o renunciando a vacaciones, suele ser considerado respetable.

3. TECNOLOGÍA – Su mal uso favorece la adicción

Un inadecuado uso de las nuevas tecnologías favorece el desarrollo del problema. El uso de tablets, smartphones, equipos portátiles, etc. hacen que muchas personas no puedan desengancharse del trabajo en ningún momento. Pasan a estar siempre disponibles y amplían su jornada laboral, tanto en tiempo como en contextos (trenes, desplazamientos, casa, momentos de ocio).

En un reciente estudio, el servicio de empleo Experteer preguntó a más de 1.300 candidatos de alto nivel cuál es su relación con el trabajo durante sus días de descanso. Más del 49% de los ejecutivos españoles reconoce consultar su correo electrónico al menos una vez al día en fechas no laborables y sólo un 48,7% considera que es capaz de desconectar de sus responsabilidades durante las vacaciones.

4. IMPACTO ECONÓMICO – Pérdida de eficiencia

Todos sabemos que trabajar más nunca suele ser sinónimo de trabajar mejor. Carlos Alcover, profesor de Psicología del Trabajo y Organizaciones de la Universidad Rey Juan Carlos, incide en que la actividad laboral extrema tampoco es económicamente eficiente para las empresas. En este sentido, ha recordado que son muchas las medidas de ahorro y conciliación de ciertas compañías europeas donde, a determinada hora, se apagan las luces y cierran las instalaciones para evitar que algún trabajador permanezca en su puesto fuera de la jornada establecida.

5. COLECTIVOS DE RIESGO – Algunas tendencias

– La relación entre el apego a la tarea y la competitividad es directamente proporcional a las posibilidades de desarrollar la adicción.

– A nivel de entorno, se produce con más frecuencia en contextos exigentes en los que se ofrecen incentivos por una mayor productividad o por la consecución de objetivos (directivos, ejecutivos, etc.).

– Perfil personal de riesgo: personas con elevada autoexigencia y competitividad.

– En personas cuya tarea es vocacional y abierta (emprendedores, profesionales freelance, etc.) hay mayor riesgo desarrollar la adicción, que se confunde con el sentido positivo de productividad y la búsqueda de buenos resultados.

– Se da más en hombres que en mujeres, sobre todo en clase media y hábitat urbano.

– La probabilidad de generar la adicción es más acusada entre los 40 y 50 años.

Finalmente, del estudio se deriva la necesidad de poner en marcha medidas de cara a evitar el contagio de la que está considerada una de las psicopatologías sociales más peligrosas de este siglo. Del mismo modo, se aboga por promocionar una cultura empresarial que permita aumentar la capacidad de los trabajadores para sobreponerse a contextos de elevada carga emocional, mejorando sus recursos para afrontar dificultades, ciertos cambios o gestionar adecuadamente el miedo de poder perder el empleo.

Post originalmente publicado el 11 de octubre de 2012 en el blog del Foro Ulises de RR.HH.