Coaching – Metáfora (27) El helecho y el bambú

El aprendizaje de las personas es el principal motor de su desarrollo y sus avances. Estamos convencidos de que la esencia de la evolución y el progreso pasa por valientes ciclos de aprendizaje. Cada éxito, cada resultado inesperado, cada feedback, cada tropiezo, todo viaje de introspección son ricas fuentes de aprendizaje y, como tales, deben ser capitalizadas. Como también deben ser integradas para fomentar el desaprendizaje. Aprender a aprender, en consonancia con la lucidez para desaprender lo obsoleto y limitante son dos requisitos para un bienestar personal en equilibrio con lo profesional. Y esto lleva su ritmo, conlleva constancia, precisa perseverancia… y esfuerzo.

HelechoBambú
No acepte que le vendan recetas prefabricadas. La confusión es parte esencial en el proceso de aprendizaje. Como el coraje y la inversión de tiempo lo es del desaprendizaje.

Llegó el día en que Kishiro decidió darse por vencido… Tras una larga temporada rodeado de una sensación de frustración renunció a su oficio, a su relación de pareja, y a todo lo material  que había en su vida. Fue al bosque para hablar con un anciano del que todos decían que era muy sabio. Buscaba una última esperanza.

- ¿Podría darme una buena razón para no darme por vencido? Le preguntó Kishiro.
- Mira a tu alrededor, ¿ves el helecho y el bambú? Respondió el anciano.
Sí, los veo. Contestó Kishiro …

- Cuando sembré las semillas del helecho y el bambú, las cuidé muy bien. El helecho rápidamente creció. Su verde brillante cubría el suelo. Pero nada salió de la semilla de bambú. Sin embargo no renuncié al bambú.
El anciano hizo una pausa.

En el segundo año el helecho creció más brillante y abundante y nuevamente, nada creció de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú.
El anciano guadó silencio de nuevo para servir una infusión a su invitado.

En el tercer año, aún nada brotó de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú.
Cuando habían terminado de tomar el té, el anciano habló para apostillar algo más.

En el cuarto año, nuevamente, nada salió de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú.
El anciano parecía disfrutar con la impaciente sorpresa de Kishiro.

- En el quinto año un pequeño brote de bambú se asomó en la tierra. En comparación con el helecho era aparentemente muy pequeño e insignificante. Pero en el sexto año, el bambú creció más de 20 metros de altura. Se había pasado cinco años echando raíces que lo sostuvieran. Aquellas raíces lo hicieron fuerte y le dieron lo que necesitaba para sobrevivir.

Fotos del bosque de bambú Sagano Arashiyama
– ¿Sabías que todo este tiempo que has estado luchando, realmente has estado echando raíces? Le dijo el anciano; y continuó añadiendo… – El bambú tiene un propósito diferente al del helecho, sin embargo, ambos son necesarios y hacen del bosque un lugar hermoso.

- Nunca te arrepientas de un día en tu vida. Los buenos días te dan felicidad. Los malos días te dan experiencia. Ambos son esenciales para la vida, le dijo el anciano y continuó… La felicidad te mantiene dulce. Los intentos te mantienen fuerte. Las penas te mantienen humano. Las caídas te mantienen humilde. El éxito mantiene tu estima… Si no consigues lo que anhelas en el momento que deseas, no desesperes… quizá sólo estés echando raíces…

Todo llega a su tiempo. Confía. Ten paciencia. No desistas. Todo los ritmos en la naturaleza tiene sus ciclos. No te dejes arrastrar por recetas mágicas ni por píldoras milagrosas. Concédete permisos. Y si en alguna ocasión te llega la duda, recuerda la moraleja de esta historia…

Nota: Me gustaría dedicar este post a los alumnos que este mes inican la 5ª Edición del “Experto en Coaching Personal” de Valladolid