Coaching – Metáfora (15) Todos nos perdemos, a veces

Desde niño me apasiona la música. Considero que nos puede enseñar multitud de lecciones sobre la vida a través de sus anécdotas, compositores e intérpretes.

Hoy rescato para este post la figura de André Previn (Berlín, 6 de abril de 1929), pianista, director de orquesta y compositor de origen alemán. En 1943 consiguió la nacionalidad estadounidense y se estableció en Los Ángeles, comenzando a arreglar y componer música para películas de Hollywood. Durante muchos años trabajó en el departamento musical de Metro Goldwyn Mayer. A lo largo de la década de 1950, grabó varios discos como pianista de Jazz junto a leyendas de este género musical.
En 1967, Previn fue nombrado director de la Orquesta Sinfónica de Houston y al año siguiente lideró la prestigiosa Orquesta Sinfónica de Londres. Eventualmente ha colaborado con algunas de las más importantes formaciones musicales de todo el mundo.

En una entrevista recuperada recientemente el notable director revela, con espíritu reflexivo y crítico, un secreto intuido y no siempre reconocido:

«Todos los directores, incluso los mejores, se pierden a veces al dirigir sus orquestas. Un paso en falso, una distracción, un fallo de memoria…, y el director se queda sin saber dónde está, mientras la orquesta sigue su curso como si, a fin de cuentas, no necesitara director»

¿Qué nos puede enseñar la experiencia musical de André Previn sobre nuestro día a día?

El aprendizaje que André Previn saca de su propia experiencia, y ofrece a sus dignos colegas de batuta, es que ante un trance o descuido el director no trata de reunirse con la orquesta a la desesperada. Menos aún trata de forzar a los músicos a que vengan a dónde él cree que deberían estar. En estas situaciones es imprescidible conectar con la calma, dejarlos tocar y hacer con la batuta gestos amplios y generales que podrían encajar con cualquier ritmo, esperando pacientemente al reencuentro, que tendrá lugar más tarde o más temprano. De este modo asegura que ni los más disciplinados oyentes caigan en la cuenta de que algo no había engranado al 100% durante algunos compases.
El único obstáculo para recobrar la sincronía es el miedo a perderse y la ansiedad por volver al compás cuanto antes y a toda costa. Previn nos orienta del siguiente modo:

«Déjalo estar y no te atormentes. Ten sentido del humor, fluye y disfruta con tu hazaña cuando endereces la situación. Siempre es una experiencia interesante y, al final, el concierto será un éxito y el público pedirá un bis a fuerza de aplausos».

La vida es también una sinfonía, y todos nos perdemos de vez en cuando. La partitura es complicada, tiene pasajes difíciles, solos comprometidos y “tutti” arrolladores. A veces perdemos el compás y no sabemos ni dónde estamos ni adónde vamos o cuándo va a acabar todo aquello. No importa. No te asustes. Que siga la música. Ya nos incorporaremos otra vez, más tarde o más temprano, y el concierto siempre será un éxito.

La magia de la música nunca falla.

Nota: Me gustaría dedicar este post a Dori Gil,  participante en la I Edición del Taller de Inteligencia Emocional “IE2″ en Valladolid (Septiembre 2013).